El conocimiento, el deseo y el espíritu tienen fuerza. Y esa fuerza, dentro de cada ser, es la clave para crear abundancia.

La abundancia es la experiencia en la que nuestras necesidades se satisfacen con facilidad y nuestros deseos se cumplen espontáneamente. Sentimos alegría, salud y vitalidad en cada momento de nuestra existencia. La abundancia es una realidad.

La abundancia o la riqueza significan que uno puede colmar sus deseos con facilidad, sean cuales fueren, ya pertenezcan al reino de lo material, al de las necesidades emocionales, psicológicas o espirituales, o al de las relaciones.

Aunque uno tenga mil millones de dólares en el banco, si no conoce la experiencia de carecer de preocupaciones y de la caridad, será pobre.

Si vivimos preocupados por la cantidad de dinero que deseamos y, en consecuencia, no tenemos en cuenta el que poseemos, en realidad somos pobres.

La atención de una persona auténticamente rica nunca se concentra sólo en el dinero: una persona en verdad rica nunca tiene preocupaciones de dinero.

Lo que valoras toma valor. En el contexto de abundancia la valoración es una poderosa práctica intencionada que permite crear nuevo valor al prestar atención de manera deliberada a lo que ya tenemos. Aquello a lo que prestamos atención y valoramos crece en nuestra vida y en el mundo.

La abundancia incluye el dinero pero eso no es todo. Se trata de la prosperidad, la fluidez, la generosidad del universo, donde cada uno de nuestros deseos debe hacerse realidad, porque en el deseo mismo se halla el mecanismo para su satisfacción a partir del poder del conocimiento, el poder de la intención y el poder de la trascendencia.

Cuando nos regocijamos por el éxito de los demás, en especial, de nuestros competidores y de quienes consideramos nuestros enemigos, ellos se convertirán en nuestros ayudantes.

La gratitud y la generosidad son características naturales de una conciencia plena.

Constantemente tenemos que preguntarnos si lo que hacemos brindará dicha, a nosotros y a quienes nos rodean.

Ganar dinero para otros, ayudar a otros a ganarlo, porque ayudar a otros a hacer dinero, y contribuir a que otras personas colmen sus deseos, es un modo seguro de obtenerlo uno mismo y, además, de satisfacer los propios sueños con más facilidad.

La colaboración crea prosperidad. No hay quienes tienen y quienes no tienen. Todos tenemos y nuestros recursos son diversos. En la alquimia de la colaboración nos convertimos en socios igualitarios; creamos plenitud y abundancia para todos.

La colaboración y la reciprocidad son naturales y, aun en el mundo en el que vivimos, la competencia y la escasez muy frecuentemente bloquean nuestra capacidad de ver esta manera de relacionarnos. En un mundo de tu-o-yo la reciprocidad y la colaboración no tienen cabida. Un mundo de tu-y-yo está lleno de colaboradores, asociados, compartir y reciprocidad. En ese mundo los recursos no sólo son suficientes sino infinitos.